sábado, septiembre 12, 2020

¿Comprendes, memes?

[Publicado originalmente el 5 de marzo de 2008.]

A ver qué le parece a usted esta teoría. Algunos investigadores se encuentran desarrollando desde hace ya varios años la hipótesis de la existencia de ciertas entidades, a las que han bautizado como memes, que son ni más ni menos que algo así como los genes del pensamiento. De acuerdo con este nuevo desarrollo teórico, los memes son unidades autorreplicantes de sentido, es decir, son la base estructural de las ideas, de los pensamientos y son, además, capaces de reproducirse.

La postulación de tan sorprendente objeto se dio a partir de la necesidad de explicar la transmisión de las ideas. Hasta hace no mucho tiempo esto se explicaba mediante el llamado fenómeno comunicativo (emisor-mensaje-receptor), explicación que la teoría de la información no modificó gran cosa al aparecer en escena. La objeción a esto, no obstante, era la naturaleza de la información. ¿Qué es exactamente? ¿Por qué parece no agotarse sino que por el contrario se multiplica en cada comunicación? (Esto último porque el emisor no se desprende de la información al transmitirla, es decir, no olvida lo que comunica y sin embargo el receptor se hace, a su vez, de la información.) Y sobre todo, ¿puede asegurarse que la información almacenada por el emisor es exactamente la misma que la adquirida por el receptor?

Para resolver estas intrigas se pensó en el funcionamiento de los genes, extrapolando un poco los hallazgos en esa materia hacia el terreno de la información y, voilá, ahí tenemos a los memes. Pero lo más interesante de esta concepción es la doble conclusión que de ella se desprende.

Por un lado, resulta que todo el proceso de generación de ideas no es tanto el fruto de nuestros cerebros súper avanzados, sino que más bien, gracias a la enorme complejidad neuronal que nos ha otorgado la evolución es que somos capaces de ofrecer un vasto caldo de cultivo para el proceso replicador y generador de los memes.

Por el otro lado y, como ya se insinuaba, también resulta que en realidad no es tanto el hombre quien piensa, sino quien padece el pensamiento. Es decir, que nuestros pensamientos no son realmente nuestros, o lo son tanto como el virus de la gripe cuando ésta nos pega. Nuestro cerebro, ese órgano rector deificado (casi tanto como el falo) no es el origen del razonamientodopoderoso. Es simplemente su sustrato, la cancha de juego, la cama donde los memes fornican libertinamente y se reproducen como pinches conejos.

Esa idea me parece fascinante y aquí está mi pequeña contribución al asunto. Una reflexión un tanto amarga. De corroborarse la existencia de esos maravillosos bichos llamados memes, de ser verdad que brincan casi sin restricciones de un cerebro a otro y de allí a un tronco, convirtiéndose en tótem, a una piedra, transformándose en geroglífico, a un pedazo de papel, conformando un libro o a una computadora, configurando un blog; de ser cierto todo eso habrá, en un futuro no muy lejano, quien sea capaz de rastrear la propagación y evolución de esas especies. Quien lo haga, podrá dar cuenta del brote de epidemias de pensamiento que rigieron durante siglos, de las corrientes de migración de las ideas, de la prolífica mutación paulatina de las corrientes de pensamiento, de la extinción de reinos enteros de memes y el consecuente dominio de nuevas especies y, de pasada, de la procedencia de la bola de estupideces que atosigan mi cerebro todos los días.

Aunque con toda seguridad para entonces ya habrá sido demasiado tarde para mí. Si es cierto todo este desmadre de los memes, no me queda más que ofrecer al lector y a la lectora una sincera disculpa por esta insalubre exposición a los virulentos memes que para la ocasión han tenido a mal escapar de mi cerebro. Asimismo, lamento informarle que esto de la memética es mayormente tierra virgen y queda aún mucho por explorar, razón por la cual se avista demasiado lejana la posibilidad de una vacuna. Aunque, ahora que mis memes reconstruyen el siguiente pensamiento (antes habría dicho "ahora que lo pienso"), conozco a varios sujetos que son inmunes a la infección de memes complejos, por ejemplo los microbuseros. En fin, lector, lectora, si no es usted microbusero, una vez más: mis más sinceras disculpas.

miércoles, octubre 01, 2014

El Tigre y la Información.

Estar bien informado ha sido y sigue siendo -aun en esta era de la información- una de las cuestiones más difíciles de asegurar. Utilicemos una metáfora para explicar por qué.
 
Supongamos que vivimos en un área en la que acecha un peligroso tigre atropófago. Sabemos de la existencia del tigre porque algunos han visto sus huellas y hace tiempo que otros juraron haber visto desde lejos cómo alguien caía presa de sus fauces. Sin embargo, jamás nadie ha sobrevivido a un ataque del temible felino. En cualquier momento en que nuestros sentidos sean capaces de confirmer la presencia del tigre (verlo, escucharlo u olerlo), será demasiado tarde, el tigre nos comerá sin dejar rastros concluyentes de nuestra suerte.
 
Para mayor complicación de las cosas, resulta que no todos los habitantes de la zona son veraces. Hay a quienes les gusta exagerar sus experiencias y hasta aquellos a los que les da por inventarlas de cabo a rabo. Por ello, siempre que alguien clama que el tigre anda cerca, lógicamente todos huímos pero no podemos tener la certeza de que tal clamor hubiese sido cierto. También es recomendable que, en caso de percibir un ruido o un movimiento extraños, o hasta un silencio fuera de lo normal, salga uno corriendo de allí en vez de aguardar para corroborar si se trata o no de la bestia devoradora de hombres.
 
Con la información pasa lo mismo que con el tigre. Prácticamente siempre nos llegará mediada, y sólo en ocasiones realmente excepcionales la tendremos de primera mano. En el caso del tigre, nadie sobrevive al encuentro directo, en el de la información, nos convertimos en los mediadores de dicha información. Y como todos sabemos que no todos los habitants de la region dicen la verdad, la veracidad de nuestro testimonio, desde la perspectiva de los demás, dependerá de nuestra credibilidad.
 
En suma, cada vez que alguien alerta que el tigre se acerca, o bien, que tal información es verdadera, no hay manera de que la comunidad en su conjunto pueda estar unánimemente segura de que en efecto así es.
 
Moralejas:
 
  1. Hay que ser críticos en la selección de nuestras fuentes de información.
  2. Hay que estar conscientes de que no hay fuente infalible.
  3. No tenemos por qué esperar que nadie nos crea nada más porque sí, es imprescindible ofrecer evidencias sólidas o, en su defecto, dudas razonables frente a la sospecha de que estemos mintiendo.

martes, marzo 04, 2014

8 Consejos en el Huffington Post para No Cagarla con los Hijos.

En este artículo del Huffington Post dan 8 consejos (aquí reproducidos) para no cagarla con los hijos. Yo agregué mis comentarios (en itálicas).

1. Ignorar o minimizar los sentimientos de tu hijo. Si tu hijo manifiesta tristeza, enfado o miedo y tú te burlas de él, lo humillas, lo ignoras o te ríes, estás minimizando sus sentimientos. Básicamente, le estás diciendo que lo que siente está mal. Cuando haces esto, frenas el amor de tus hijos y pierdes oportunidades para crear ese vínculo que les haga saber que sus padres les quieren de manera incondicional.

No hace falta ser malvado y actuar con premeditación, alevosía y ventaja, basta no saber reaccionar ante las emociones de otros: su tristeza nos desespera, su alegría nos es un tanto indiferente, su enojo nos indigna.

2. Falta de consistencia en las normas. Si nunca hablas con tus hijos sobre lo que esperas de ellos, nunca sabrán cómo comportarse de forma apropiada. Los niños tratan de estar al nivel de tus expectativas. Tus pautas les proporcionan las claves y los límites que les ayudan a definir quiénes son, si lo hacen bien o mal. Si no dejas las cosas claras, tu hijo pensará que la vida es algo indefinido y empezará a buscar sus propios límites, lo que hará que baje su autoestima y que tenga problemas de comportamiento.

El problema con este punto es que todo mundo entiende "reglas verbalizadas" y ahí se quedan. Cuando en realidad es todo el 'modus vivendi', lo que hacemos y lo que no hacemos. Que quede claro, todo, to-do lo que un hijo hace o no hace -hasta cierta edad- es gracias a los padres, porque ellos lo inculcaron -conscientemente o no- o porque no lo impidieron.

3. Tratar a tu hijo como a un amigo. Nunca compartas todas tus preocupaciones y tus problemas con tu hijo, ni le pidas consejo. Si te muestras desamparado y derrotado ante tus hijos, nunca aprenderán a respetarte y te tratarán como a un igual o a alguien inferior, pues sentirán que los utilizas como terapia. Debes demostrar a tus hijos que puedes hacer frente a los problemas y a los retos, manejar el estrés en tu vida y salir del túnel. Sé espontáneo y muestra tus emociones, pero no sobrecargues a tus hijos.

Este punto es una idiotez -muy de moda por cierto. Usan la palabra amigo para hablar del padre o la madre que no ejerce su jerarquía, pero crean confusión al dar a entender que no debes divertirte con tu hijo, ni ganarte su confianza ni ser su cómplice. Debe asumirse y ejercerse el papel de líder. Hay varios tipos de liderazgo efectivo y lo que este punto en realidad quiere señalar es "no seas un líder campechano, barco ni irresponsable". Un amigo bien puede asumir un rol de liderazgo, ser un buen ejemplo, un gran apoyo y muy severo con uno, sin dejar de ser amigo. Aquí usan "amigo" para referirse a "compañero de juerga", "alcahuete" o, en el mejor de los casos, "igual" -enfatizando que se es igual de inmaduro. Como dije, es una idiotez.

4. Menospreciar al otro progenitor. Si no manifiestas afecto y amor hacia tu pareja delante de vuestro hijo, el niño no desarrolla ese barómetro que le indica lo que es el amor o a qué se parece. Si desprecias a tu pareja y la rechazas, amenazando con el divorcio, creas un estado crónico de ansiedad en tu hijo. Si ya estás divorciado y te mantienes frío, distante, crítico y enfadado con tu ex, estás enviando a tu hijo el sutil mensaje de que tu ex es la causa del divorcio y de que tú tienes que ser su mamá o papá favorito. Esto es alienación parental.

[Ponen "progenitor" y se nota que no están pensando en esos otros tipos de familia, como las homoparentales.]

No hace falta que flote la amenaza del divorcio. Basta con la violencia verbal:
- A ver, inútil...
- Siempre te digo lo mismo y nomás no entiendes.
- Ya estás otra vez de güevón(a).
- Ay, ya vas a empezar.

O sus equivalentes no verbales: girar los ojos para arriba y hacia un lado, hacer jetas, azotar puertas, dar manotazos en la mesa, tronar la boca, darse la media vuelta y dajar al otro con la palabra en la boca, ...

5. Castigar la independencia y la separación. Cuando castigamos a nuestros hijos por madurar, les hacemos sentir culpables por tener necesidades y deseos normales en su desarrollo, lo que a menudo les provoca inseguridad, rebeldía y otros comportamientos que acaban incapacitándolos para desconectar y ser ellos mismos.

Chantajearlos:
- Te largaste y me dejaste aquí sola.
- Claro, como yo no te importo.
- Sí, ya sé que quieres más a Fulanito(a).
- Es más importante tu [cualquier actividad] que yo/tu_familia.
- Tú allá bien agusto y uno aquí, jodiéndose.

O menospreciar sus intereses:
- Ay, otra vez metido en esa tontería.
- No entiendo por qué tanto alboroto [en relación con un evento o persona vinculados con lo que al hijo o hija les interesa].
- Sí, luego me platicas.
- Uy, yo a tu edad ya había dejado atrás esas cosas.

6. Hacer de tu hijo una prolongación de ti mismo. Si, como padre o madre, asocias tu propia imagen y tu valía a la apariencia de tu hijo, a su carácter, a sus habilidades y hasta a sus propios amigos, le estás haciendo entender que le quieres por lo que tiene, y no por lo que es. Esto hará que ellos busquen agradar en lugar de emprender, y que siempre estén preocupados por si son o no lo suficientemente buenos.

Este sí está bien cañón porque es sumamente fácil caer en el error:
- Ay, no. Mi hija no va a andar de loquita, cómo crees.
- Cámbiate, van a decir que no te enseñé a vestirte bien.
- No sé por qué tienes que juntarte con esa gente tan... , no los soporto.
- Te puedo tolerar lo que quieras, menos que seas...
- En esta casa no viven putos/tontos/güevones/hippies/...
- ¿Qué, te vas a quedar ahí parado? Ni creas, eh. No me vas a hacer quedar en ridículo.

Se logra el mismo efecto celebrando sólo aquello que al padre o a la madre le agrada y siendo indiferente con los otros logros significativos para el hijo o la hija.

7. Entrometerte en las relaciones de tus hijos. Dirigir cada acción de tu hijo en lo que a relaciones se refiere (ya sea con amigos o con profesores) inhibe su madurez. Por ejemplo, si tu hijo se mete en un lío en la escuela y tú vas inmediatamente a hablar con el profesor para arreglarlo, o estás constantemente diciéndole cómo tratar a sus amigos, el niño no aprenderá a manejar por sí mismo los aspectos más complejos de sus relaciones.

De este punto se pueden agarrar las madres y los padres a quienes les resulta muy cómodo desentenderse. Por si acaso, vale la pena aclarar que sí es necesario orientar, aconsejar y estar enterados. Lo que no es sano es relevar por completo a los hijos de la confrontación con sus problemas o tratar de manipularlos en su interacción social.

8. Sobreprotección. Cuando protegemos a nuestros hijos frente a todo problema o emoción, hacemos que crezca su autoestima y que piensen que tienen derecho a todo, cruzando a veces la línea del narcisismo. Esperan que la vida sea más fácil de lo que es y quieren todo para ellos, independientemente de cómo sea su comportamiento. Luego podrán deprimirse y confundirse cuando no obtengan lo que creen que se merecen.

La sobreprotección inhibe el desarrollo de herramientas emocionales y sociales en los hijos, indispensables para su autosuficiencia. Así de simple.